martes, 26 de junio de 2012

La brisa helada

Un acontecimiento, que se convierte en costumbre,
Una costumbre, que se convierte en hábito....
Un habito que mata, un habito que enfría, 
Las nubes al atardecer, que se hunden en melancolía
y su llanto se oye en la brisa de la noche,
un susurro frio y filoso q atraviesa un frágil corazón.

Una noche más y horas interminables,
Así pasan los días 
de refugio en la rutina
Una noche más de insomnio
y pensamientos inagotables
añorando la riqueza de lo que fue algún día.

La soledad que persigue
con su veneno inevitable
consumiendo la esperanzacon sus ojos de crueldad 
siembra dudasy hace preguntas
llenando de temor
por acontecimientos.

Tratar de gritar,
Sin unos oídos que puedan escuchar,
Tratar de llorar,
Sin un corazón que pueda sentir dolor,
Encerrado estar,
Sin una salida encontrar.

Haber perdido la calma,
A cambio de oro y plata.
Y en la sombra encontrarse,
a el llanto aferrarse,
un llanto que acompaña,
cada larga madrugada…

Caminar, correr, soñar, avanzar,
y en el mismo lugar estar…
Escuchar, atender, hablar,
Sin nadie que pueda escuchar…
En la infinita soledad estar…

El helado silencio,
Congela los dientes,
Su aliento adormece,
y sus espinas apuñalan.

(Para el anterior poema mi gran amigo: Elkin Manche me compartió sus pensamientos y sentimientos)

La cabaña


Una brisa suave hace que el sonido de tranquilidad llegue a los oídos del triste soñador que yace sentado en frente del mar y cubriéndolo, el gran árbol que entona un dulce canto, rama por rama, hoja por hoja le susurra palabras de paz, de pronto poco a poco dejan de brotar las frías lagrimas, las olas del mar llegan a la costa apaciguando esas penas dolorosas, calmando esa sed, haciendo dulce el amargo dolor y los tristes recuerdos, el sol sigue aún escondido, pero el calor deja de ser tan frío, como cuando esa sonrisa falsa se convierte en verdadera, como cuando una ilusión se convierte en realidad, como cuando un sueño…. Deja de ser un sueño. Las nubes van dejando de ser tan oscuras aunque el cielo no se despejará, la soledad no es triste, ni el llanto malo, cualquier sentimiento es tan simple y complejo a la vez, pero sin duda todos y cada uno de ellos realmente bellos, porque sentir es vivir y vivir… es maravilloso.
Sentado junto a la “cabaña” el soñador está tranquilo porque no puede oír los gritos que tanto lo atormentan, no puede oír el silencio, el no ve nada de lo que no quiere ver, el soñador ha escapado, el soñador ha encontrado el refugio a sus penas, el soñador es feliz, pues aunque el cielo esté oscuro, pronto amanecerá y será momento de volver cuando los problemas y preocupaciones se han solucionado, sentado junto a la cabaña el soñador respira y toma fuerzas para enfrentar todo lo que se le interponga, sentado junto a la cabaña el soñador reflexiona sobre su vida sin que nadie pueda opinar en eso, sentado junto a la cabaña el soñador toma decisiones importantes, el soñador entiende que será de su vida y como quiere vivirla.
Sin embargo… sentado junto a la cabaña el soñador llora desconsoladamente, porque no está allí, está en cuarto oscuro y lujosos muebles que abruman la inexistente felicidad que no puede percibirse, el soñador en una esquina se encuentra, el soñador sueña, el soñador sueña mal. El soñador sueña con encontrar el pasado, el soñador sueña con regresar a donde pertenece, el sueña con ir a su cabaña y quedarse allí, el soñador ya no quiere estar aquí, el soñador no puede huir, las cadenas lo atan, no puede entender el presente, un lago a sus pies va creciendo y sus gritos no existen, pues nadie puede oírlos. El soñador nunca encuentra su cabaña, el soñador debe construirla, pero no lo sabe.