domingo, 18 de mayo de 2014

La lucha

A veces, solo a veces, es realmente triste no encontrar una frase, solo encontrar el silencio, silencio que solía reinar un tiempo pasado, cálido silencio, que solo muestra, ausencia, presente, que no me deja verte, que permanece solo ahora cargada de dudas, que no estaban antes, que reemplazan la paz, no puedo sentirte, siento en cambio, dolor, siento en cambio, tu mirada, buscando cada lagrima, buscando cada sonrisa, una incesante lucha, que no acaba.

...

La soledad ha estado escondida, escondida en mi mirada, en mis pasos, en el viento que me lleva lejos, se ha amarrado a las patas de mi cama y me ha tomado por los pies como su prisionera. Una prisionera ausente, tranquila, a la que el oxigeno se le agota de repente, sin tanto alboroto.

No se puede escapar de ella, está a mi lado cuando duermo, está observando mis ojos cuando despierto... y la veo, en la oscuridad de una habitación muy llena de abrumadores desastres, llena de las inservibles horas de insomnio, muy llena de espantos que acosan mis sueños, que me gritan en la madrugada que todo puede ser malo, que se incendiara el futuro, que nada se salvará, que todo vuelve a empezar una y otra vez.

Pero esta vez desconozco, a esta persona, se ve extraña, actúa extraño, impulsiva, manipuladora, no hallo como solucionarlo, he de cuidar a la victima, antes de que huya.

Me asusto, la desesperación ha estado todo este tiempo agarrada de mi espalda, y ahora, me devora el cuello, se traga mi carne y mi calma con unos colmillos afilados que también ha querido mostrarme en sueños.

Tan liviana

Y me doy cuenta, es tan frágil
tan frágil la vida, tan frágil la ilusión,
recuerdo un instante,
miraba a través de la locura,
de unos ojos oscuros y curiosos,
y ellos solían decir, que a veces preferirían morir,
ardía, ardía mi vida, y no podía arreglar nada.

Recuerdo un instante,
un instante soñado, entre la noche y el día,
en el que no existía un mañana,
y luego, las llamas cubrían mis sueños,
todo se incendiaba, y la gente corría y gritaba,
el resto solo miraba,
“son solo un par de vidas, ni vale la pena” y se iban.

Recuerdo la paz y no la recuerdo,
se acerca por el momento,
y luego, huye espantada,
tal como he imaginado hacer alguna vez,
la paz viene a mí,
pero es tan frágil… tan liviana, tan volátil…

Trozos de vidrio.

Soy como los trozos de vidrio en el piso de aquella vez, no te acerques te cortaré, no existe manera de unir los pedazos ni ahora ni luego, ya olvídalo. Camino sobre ellos, se quedan allí días enteros ¿A quién puede importarle? Camino y dudo realmente que puedas verme, dudo realmente que puedas escucharme, siento el calor en los pies, se ha escurrido por mi cuerpo, me ha dejado sin aliento.
Hay un camino al frente, no me importa, solo caminaré hacía él, le diré que me lleve hasta el borde, que me empuje.
Se ha clavado sobre si misma la propia daga introvertida, no dice nada, ni antes ni ahora, no desea hablar, tu dices que si, pero en realidad no puede cambiar.

....

El sueño viene y va, se espanta con mis pensamientos, con el silencio de mi pecho. Los fantasmas del suelo se desploman, cuando la valentía se muere también se mueren los miedos. No quiero salir de este agüero, escucho desde aquí los sueños muertos.

Al día siguiente.

Olvida este rostro, olvida este nombre, dormiré esta noche debajo, debajo del fondo, debajo del miedo, debajo de esa cama con los monstruos, en la mañana, desearé no despertar, habrán comido mi carne, habrán comido el calor, olvida mi vida o regresa ahora, luego no me encontrarás.