sábado, 16 de noviembre de 2019

Carta a mi yo del futuro, cuando me sienta triste.

Quiero recordarte quien eres, ahora que siento que lo sé. Con las pestañas unidas, dentro, la vida se agita. Se agita, porque existe, porque existes. Falta un respiro y los suspiros se amontonan en la garganta igual que las lágrimas apunto de lanzarse abajo... días de luz tenue, de ánimo asentado, ¿Qué soy?¿Soy algo? nada se ve, pero recuerda, recuerdo otros tiempos... las cosas se ven maravillosas desde mis ojos, filtro de magia, los colores danzan, se enlazan con el alma...

Silencio y la ausencia de una mirada comprensiva, pero ¡Cuantas han habido antes! ¡Cuantas miradas de amor! No han sido pocos los que te han querido y los que con el alma hemos querido, amigos que vuelan y viven ahora sus propias historias. Recuerda ahora, por favor, cómo suenan las voces de los seres que hasta alma te abrazaron. Recuerda ahora, por favor, el calor acogedor de los abrazos que diste y recibiste.

Sé definirme con simples palabras: inestable, efímera, entusiasta, soñadora.... Palabras de doble filo, porque están en el umbral de lo extraño para los demás. El movimiento... el movimiento.... eso es lo que significa: el cambio, la reconstrucción, el cuestionamiento, la posibilidad de equivocarse, la posibilidad de corregir... Camino bifurcado que zigzajea mi ser, "baila como un lazo en un ventilador", me muevo, intento, cambio, no me quedo, subo, bajo, salto, con la muerte viene el equilibrio y con el equilibrio la muerte... por eso nos revolcamos en el caos.

Conocemos a los hacedores de la revolución, vivimos entre ellos, trabajamos con ellos, llevamos un proceso y creemos en él y cómo bien sabemos: todo proceso lleva a un resultado.