jueves, 18 de febrero de 2021

 Me parece, de alguna manera siento, o puedo recordar levemente, que hubo una época en que tuve más añoranzas, que hubo una época en que usé todas mis fuerzas, en que intenté con determinación y fui, en ese momento, más cáos y destrucción de lo que podría imaginarme ser con mí yo del presente. No sé cómo, ni por qué eso se fue. Creo que me hace falta. Creo que la misma calma que busco en las personas es la misma furia por la vida que necesito encontrar en ellas y tanto más agitados están, tanto más se queman por dentro, más encantadores me parecen, más dulces o más deseables. 

Cómo si el vertigo, el deseo de caer en sus abismos estuviera ahí, presente en mí, pero callado y sigiloso. Todo porque mi propio abismo desapareció. Todo porque un día mi violenta corriente desapareció y me dejó una laguna cristalina, en la que me acuesto y miro el cielo. 

Cómo si tuviera los huesos congelados y hubiera aprendido a vivir con eso. Cómo si necesitara que algo abrigara ese frío, pero simplemente pudiera quedarme en el frío para siempre. Y al mismo, como si fuera capaz de quemarme y consumirme violentamente de una sola vez para escapar de él. Pero mi fuego es volátil, y estoy cansada de revolcarme en las cenizas de mi propia hoguera, en ilusiones que me son efímeras, tanto como quisiera ser yo misma.