lunes, 19 de noviembre de 2012

Callar...

Decidimos callar esas palabras de dolor que ambos expresamos pocas veces el uno al otro, sin embargo cuando lo recuerdo parece constante el sonido de su voz hundido en la desesperación de la rutina interminable, en la ausencia de mis brazos y mi amor, y yo, con mi inconsolable tristeza de ataduras, de gritos encerrados le hablaba lento, ambos tratando de evitar el sufrimiento del otro, aún así solo prolongándolo.

Pero.. decidimos callar esos sentimientos para detener esa situación que en realidad nos acompaña cuando la noche se hace fría y es inevitable acordarnos de la tenue luz del parque a media noche, de nuestras voces tristes alargando la despedida, de los abrazos casi secos que predecían una gran melancolía, y todavía alguien me pregunta porque quiero escapar, si no ven, que todo se arreglaría si fuese posible huir al vacío, si fuese posible huir al mismo vacío y ya no meditar sino estar solamente.

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