domingo, 6 de mayo de 2018

Navajas.

Lo encontré. Era una navaja que tenía escondida a mi lado en la cama. Luego de las pesadillas me abrazaba y acariciaba mi cabello, me escondía en su abrazo y sus besos, mis uñas desgarraban la piel y él tenía cremas y paciencia para curarla. Sus ojos compasivos me veían en los gritos. Testigo del desespero, tenía sentido. Los gritos, los gritos, las amenazas, la muerte y el llanto.

Lo busco, lo busco, la vida es distinta sin él. ¿Quién es el que busco? Nadie realmente, cualquiera, un específico cualquiera. Otra navaja que me mire entre las lágrimas, que acaricie mi cabeza en las noches amargas.

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