lunes, 18 de julio de 2016

El campamento.

Aquí estoy.
Ganas de llorar y ganas de hacer el amor en silencio.
Ganas de leer y ganas de beber shots hasta perder el sentido.
Ganas de escuchar el más agudo silencio y ganas de encontrar las melodías que puedan sumergirse en el alma.
Caos, desesperación, manos que tiemblan y el pecho que se revuelve constantemente, una mirada tranquila, una expresión vacía, movimientos lentos y pasivos.
Ni salgo, ni me quedo.
Regresamos ayer, ¿Quienes? El y mi cuerpo, el alma la dejé el río, ahora quiero volver por ella, no vendrá conmigo, lo sé, no tengo más opción, hay que esperar una o dos semanas a que se sienta sola y decida venir conmigo, mientras tanto, no soy nadie, mientras tanto, puedo (debo, me toca, sin más opción) soñar despierta, con el río, los peces que te muerden los dedos de los pies y nadan a tu alrededor como si te conocieran desde siempre; con los árboles, con los pájaros, y el agua, el agua.... su sonido, que al principio parece marcar el tiempo, tan constante y serena como el tic-tac del reloj, luego, uno se da cuenta, de que en realidad está disolviendolo, borrandolo de la mente, y supongo, esto es aterrador, pues a penas alguno de ellos se percata de esto empieza a pensar en su casa, y así permanece durante unas horas (a veces solo unos minutos), pues solo eso puede salvarlo de perderse en el tiempo, luego, empacan de prisa y lo arrastran a uno de vuelta a casa, con un afán tremendo, sin dejarle ya mirar los arboles y las aves, ni mojarse los pies por última vez, ni recoger el alma que se quedó en río alimentando los peces y enamorándose de ellos.
Y es así, como un lunes en la noche uno se da cuenta de que se le quedó algo (¡nada más y nada menos que el alma!), y que ésta, no se percatará de su ausencia hasta dentro una o dos semanas y mientras tanto nada, ganas de llorar y beber shots hasta perder el sentido.

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