lunes, 17 de diciembre de 2012

Disparates...

La joven estaba recostada contra un costado de la puerta del bar, personas salían y entraban, ella conocía a pocos, la saludaban y luego se iban, la puerta era amplía, negra y de metal oxidado, al otro lado de la puerta estaban conversando dos chicos.

El primero y más cercano a ella, tenía una contextura normal, tez trigueña, ojos oscuros, cabello no muy corto, castaño y un poco ondulado, ella imaginó que sería un chico muy del común, seguramente no sobresalía en lo que fuera que estudiara y su porte era el de alguien a quien probablemente la fiesta le agradaba bastante. El segundo, tenía el cabello negro un poco más largo y no tan ondulado, sus ojos eran negros, muy negros, tenían forma circular, lo que hacía que parecieran ser gigantes, su tez era blanca, sus rasgos eran suaves, tenía los labios secos y pálidos, se veía interesante.

Desde hacía ya unos cuantos meses ella visitaba ese bar todas las noches, era amiga del dueño y a partir de eso había conocido a muchas personas agradables que también pasaban por allí siempre, pero a ellos no los había visto, imaginó que siendo sábado estaban haciendo algo diferente.
Dejo de fijarse tanto en la apariencia de ellos e inconscientemente terminó escuchando su conversación.

-...¿No cree que sería chévere ir a otro lugar?, es decir, no planear, empacar, buscar algo fijo y luego irse, sino simplemente, hoy por ejemplo coger un par de cosas y tomar el primer bus que pase...-decía el segundo chico, quien hablaba con un aire soñador que llamó aún más la atención de la chica.
-Suena interesante, pero ir ¿a dónde? ¿Para qué? yo creo que bastante difícil ha sido lograr estabilizarse aquí como para querer ir a otro lugar- respondió el primer chico.
-Ahhh pero permanecer aquí, no lo entiendo, ¿por qué querría estar toda mi vida haciendo lo mismo? Hay que escapar. Escapar de esta horrible estabilidad, de esta paz, que no da más que guerra al corazón, que no le permite ser libre y volar, es más, hay que volar, volar muy alto. Pero la gente no puede entender eso... al menos yo quiero hacerlo...- el segundo chico se recostó en la pared y dirigió su mirada a la nada, ella lo observaba pensando en lo que él había dicho y sentía como si la cita sin hora ni fecha, fuera esa.

El primer chico ya había notado que ella permanecía observándolos fijamente y que además, estaba también escuchando con atención lo que hablaban.
- Para mí, todo esto es una locura y ¡tú estás loco!- volteó a mirarla y le dirigió la palabra- ¿o usted qué opina señorita?-.

Se sobresaltó y lo miró contestando aún un poco desubicada, se había dejado llevar por la calma que transmitía el joven soñador, quien también la observaba en ese momento -Yo diría - sus ojos se encontraron con los de él - que si algún día es más decidido ese sentimiento, si no se queda pensando en eso toda la vida, si le alcanza la valentía y tiene la fuerza suficiente para hacer de su vida una aventura, probablemente desastrosa, me llame, seguramente yo también escape, es más, si pudiera lo haría ahora mismo- les sonrió a ambos, luego les estiró el brazo derecho y se presentó. El primero se llamaba Carlos, el segundo Albert. Un escalofrío se escurrió por su cuerpo cuando él le dio la mano, era un escalofrío reconfortante.
-Entonces ¿usted está de acuerdo con huir como si algo estuviera persiguiéndonos?- Carlos hablaba con una voz muy cortés.
-"Como si algo"- respondió ella mientras con sus manos indicaba las comillas - es de verdad, nos está persiguiendo, la monotonía, la tristeza, la muerte está todo el tiempo detrás de nosotros, ¡le entregamos nuestra alma y la consume antes de buscar matar nuestro cuerpo! Tal vez si uno huye logra perderla de vista y encontrar vida, en vez de esta enterrándola cada día, yo creo que cuando sentimos la muerte más cerca de acabar con nuestro cuerpo, es cuando definitivamente tenemos la vida fluyendo por nuestras venas e irradia luz y energía todo nuestro ser. Entonces esta sería una manera de encontrar libertad y la libertad sin duda es maravillosa- concluyó y Carlos se encontraba sin palabras, mientras Albert estaba asombrado y definitivamente ella hacía que tuviera más deseos de ir.
-Entonces... ¿A dónde iremos?- Albert preguntó con una voz casual y viéndola con una mirada cautivadora y curiosa.
-Tal vez, sería bueno empezar a explorar el mundo por tierra, pero antes, ir al mar, nunca he podido ir a la playa, quiero atravesar océanos enteros- ella ya no los estaba observando, miraba a la nada, que estaba inmersa en el cielo y su voz, casi volaba con las palabras- armar un nuevo mapa del mundo, uno que nadie tenga, uno que sea como el mundo es para cada uno, quiero conocer lugares que nadie conozca, ver cosas que nadie haya visto y aunque esto suene egoísta, no quiero que nadie más las vea, para que nunca se conviertan en algo comercial y barato, como lo hace ser la sociedad- Albert la escuchaba y le parecía que en su pecho todo se estaba revolviendo, sentía alegría en el alma, alegría que ella le transmitía y quería seguir su juego de soñar y hasta pensaba con mucha ilusión que podrían intentarlo.

Carlos, era más realista, para el nada de eso tenía sentido, ¿donde quedaba el "ser alguien la vida"? ¿Qué harían con sus cosas? ¿Y ella? ¿Es que no tiene familia? ¿No estudia, no trabaja? ¿De qué vive? y ¿De qué vivirán? "Bueno, solo están soñando, nunca pasará...". Al menos Albert encontró a alguien tan loco como él, pensaba mientras ellos parecían enloquecer con la idea.
-Vale vale, ¡iremos al mar!, yo tampoco he ido nunca, pero quisiera, ¿Qué hay de las altas montañas? ¿Te gusta el frío? Porque a mí me encanta, me gustaría escalar muy alto y observar en la noche el mundo descansar, mientras bailamos. ¿Quisieras?
-Entonces cantaría la melodía de una canción mientras esperamos la dulce llegada del sol al amanecer ¿Tú crees que...- iba a continuar hablando, pero giró la cabeza con fuerza al notar a Carlos con los ojos clavados en ella con una expresión que daba a entender, los consideraba un par de incrédulos.
-¿Qué? - Carlos se sorprendió cuando ella le dijo esto, ciertamente no esperaba un reclamo - Ya sé que soy una soñadora, ¡pero es un buen inicio! los soñadores cambiaremos el mundo o al menos, lograremos cambiarnos a nosotros mismos - se le vinieron a la mente frases que había leído quien sabe donde hace poco - solo los perdedores creen en lo imposible, además, la vida se va en un instante, es lo único que tenemos y hay que volar, así sea con la mente-.
-Ustedes están locos- hizo una pausa y mirando primero a Albert y luego a la chica, dijo con aire de desinterés -¡Disparates!-.

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